Pavana para un Ché Guevara
(Tal día como uno en que murió Santiago Carrillo)
No se remire el fusil,
platique con las estrellas.
Que en la selva acobardada
los soldaditos le velan.
Aguante la vista arriba,
que no le tiemblen las piernas:
si peleamos es de fondo,
con cartuchos de miseria.
Contra la voz infinita
que nos quiso aguantadera
de negro chico y sonriente,
masticando las esperas.
Pídale al aire un murmullo
que lo acompañe de veras,
que el frío negro del sable
ni está atento ni se acerca.
No se remire el fusil,
ríndaselo a las estrellas.
Por la noche comandita
frente al enemigo hay velas
que soportan compañeros
de silencio, con tristeza.
Todos unánimes: muertos
por la negra balacera.
Y no se arrugue la boina
como un pétalo de fiera.
Prefiera mirar derecho
los resplandores de hoguera,
contra el frío acontecido
que le ahuyentan calaveras.
No se remire el fusil,
acaricie las estrellas.
Déjele el gatillo al aire,
que él sabe más de peleas.
De guerrillas sospechadas,
tan revoltosas e inciertas.
Mírele fijo al futuro,
que lo esperamos de veras:
con el agujero viejo
de una bala prisionera
por donde se escapa el sueño
de ferocidades hembras.
No se remire el fusil,
se fue a pelear por ellas.
¡Y levante la cabeza!
¡Levante el pecho a la espera!
¡Que así que pasen cien años,
un soñador siempre acierta!