La cosa de Julito Aguilar
Érase un quince de agosto. Más o menos, no les miento, A las cinco en punto de la tarde, Julito Aguilar salió, por su propio pie, de la cárcel unánime de Yeserías. Previamente se había negado a que lo recluyeran en la Cárcel Modelo, en Carabanchel, en el Penal del Dueso, en el Manicomio de Leganés...
Mire —le decía— a Victoria Kent, la Directora General de Prisiones, es que lo mío son las tías. Qué le voy a hacer. Total, que lo mandaron a Yeserías, que estaba repoblado de mujeres. Y de las trece o catorce rosas, claro, antes de que un generalete que mandaba mucho las fusilara. Para desesperación de Julito.
Y es que él, allí, como que se sentía a gusto.
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