Joder con Lavoisier
Y dijo Antoine-Laurent de Lavoisier: «Nada se crea ni se destruye, tan sólo se 'transtorna'». Algo así les debió ocurrir a los maratianos franceses cuando le rebanaron el pescuezo en alguna mecánica guillotina. Y él, inocente, siguió parpadeando como si nada. Al día siguiente, Joseph-Louis de Lagrange, un simple matemático, se explayó: «Bastó un instante para cortar esa cabeza, y cien años puede que no sean suficientes para dar otra igual».
'Cinco semanas en Globo' es la primera y, sin duda, la peor novela de Julio Verne. Por ambos motivos —indistintamente— este blog ha decidido imitarla.
miércoles, 17 de abril de 2013
viernes, 5 de abril de 2013
RELATOS INVISIBLES
La cabina
Albert Guitiriz siempre tuvo una enfermiza propensión a las cabinas. De todo tipo. Alzadas en el Sacra Santorum de una discoteca. O mínimamente acristaladas en un bar del sinuoso centro chorra de la ciudad. En el lumperío de bares negros, atormentados, mágicos y maravillosos. En algún café iconoclasta. Acaso le ocurrió desde que vendía, jovenzuelo, tickets de minicine. Hasta que acabó pinchando en aquellas noches del Waikiki: Bar Musical. Nos hizo felices.
Parecía lógico, entonces, que en la pecera del tanatorio —a pesar del silencio enorme— todo el mundo dijera, con una sonrisa cariñosa, lejana y un poco cómplice: «Hay que joderse, qué bien queda Albert aquí».
Albert Guitiriz siempre tuvo una enfermiza propensión a las cabinas. De todo tipo. Alzadas en el Sacra Santorum de una discoteca. O mínimamente acristaladas en un bar del sinuoso centro chorra de la ciudad. En el lumperío de bares negros, atormentados, mágicos y maravillosos. En algún café iconoclasta. Acaso le ocurrió desde que vendía, jovenzuelo, tickets de minicine. Hasta que acabó pinchando en aquellas noches del Waikiki: Bar Musical. Nos hizo felices.
Parecía lógico, entonces, que en la pecera del tanatorio —a pesar del silencio enorme— todo el mundo dijera, con una sonrisa cariñosa, lejana y un poco cómplice: «Hay que joderse, qué bien queda Albert aquí».
THE GUEST OF HONOUR BE... JOSÉ MARÍA NIETO
La luz del mundo (Trois fois rien)
(What I tell you three times is true. Lewis Carroll: The Hunting of the Snark)
En casa había un aparato amarillento con un rosetón giratorio de plástico provisto de agujeros en los que se metía el dedo para marcar el número deseado. Cuando se marcaba el nueve o el cero la rueda volvía lentamente a su posición original, quejándose con un balido mecánico. Uno acababa memorizando un montón de números de teléfono sin esfuerzo, a fuerza de repetir la marcación.
Ahora uno debe estudiar qué tarifa de teléfono resulta más apropiada para su perfil de consumidor; si incluye mensajes gratis, o si puede hacer llamadas a menor coste por la mañana, o por la tarde, o los fines de semana; o a los números más frecuentes; o a clientes de la misma compañía; o con tráfico de datos incluido, y si es así debe escoger entre doscientos, quinientos «megas» o un «giga» (quiera decir lo que quiera decir eso); y si debe contar con una tarjeta duplicada para otro dispositivo o no. Y si debe sumar a su tarifa el número de teléfono fijo, la televisión por cable o el móvil de otros miembros de la familia. También debe considerar la política de puntos de las compañías y los compromisos de permanencia para decidir qué tipo de teléfono puede permitirse.
Pero la vida es muy corta.
En casa había un tubo fluorescente en la cocina y dos tipos de bombillas en las habitaciones: las que lucían mucho y las que lucían poco. Uno sabía que existían «las que lucían muchísimo», ¡de cien vatios!, pero se consideraban una excentricidad.
Ahora uno debe estudiar en qué lugares de la casa debe instalar una lámpara halógena de cincuenta vatios con casquillo MR16 (el casquillo Gu10 no precisa del ruidoso y pesado transformador, por cierto) y dónde debe optar por una lámpara de bajo consumo, que tarda en encenderse pero resulta más económica. También debe ir pensando en qué puntos de luz compensa ir incorporando las carísimas lámparas de tipo led, que duran hasta veinte años y apenas consumen electricidad, y elegir el ángulo de emisión de sus espejos dicróicos, puesto que no es lo mismo el efecto envolvente de una luminaria de trescientos sesenta grados que el haz concentrado de una de treinta. Para tomar estas decisiones uno debe tener en cuenta que la led de cinco vatios sustituye a la halógena de cincuenta y a la de bajo consumo de quince.
Pero la vida es muy corta.
En casa había tres tipos de manzanas: roja, golden y reineta. A uno le gustaba la roja, porque a los niños les gustan las cosas brillantes, coloridas y crujientes. Y a los niños les gusta la bruja de Blancanieves.
Ahora no se puede hablar simplemente de manzanas rojas. Además de la tradicional Starky, uno se puede encontrar la Fuji, más dulce, o la Royal Gala, con un aroma delicado e intenso. Existen muchas otras: la Oregon Spur, la Early Red, la Gloster, la Braeburn, y a uno le encantaría conocerlas todas, pero uno está demasiado ocupado estudiando la tarifa de los teléfonos y la eficiencia energética de las bombillas.
La vida es muy, muy corta.
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