domingo, 3 de noviembre de 2013


ALWAYS LOOK ON THE BRIGHT SIDE OF LIFE

Ajedrez

Cuando mi tía abuela Pascasia se demenció —cosa que otros llaman Alzheimer— le dio por volver a jugar al ajedrez. No se acordaba del enroque que acababa de hacer, pero cada movimiento le recordaba viejos tiempos.
«Esta jugada se la hice a Capablanca en 1913: (h5 Dg5 2.Df3 Cg8 3.Cc3 Df6 4.Cd5 Dc6 5.Cd4 Db7 6.Dxf4 d6 7.Cb5 Ca6 8.Cxd6+ Axd6 9.Dxd6 Dd7 10.De5+ Rf8...». Joder.


La Naturaleza escucha, a veces, los prodigios.

viernes, 13 de septiembre de 2013

HISTORIAS MÍNIMAS

La cosa de Julito Aguilar

Érase un quince de agosto. Más o menos, no les miento, A las cinco en punto de la tarde, Julito Aguilar salió, por su propio pie, de la cárcel unánime de Yeserías. Previamente se había negado a que lo recluyeran en la Cárcel Modelo, en Carabanchel, en el Penal del Dueso, en el Manicomio de Leganés...

Mire —le decía— a Victoria Kent, la Directora General de Prisiones, es que lo mío son las tías. Qué le voy a hacer. Total, que lo mandaron a Yeserías, que estaba repoblado de mujeres. Y de las trece o catorce rosas, claro, antes de que un generalete que mandaba mucho las fusilara. Para desesperación de Julito. 

Y es que él, allí, como que se sentía a gusto.


 
 
 
 

COSAS DE LOS HUÉSPEDES (UN TAL MARIO BENSO)

Nos han derrotado
 
Las huestes amarillas de la Pérfida Nipón nos han arrebatado nuestra hermosa Olimpíada, y los siniestros y corruptos (sí, corruptos) miembros del COI han devuelto al mar nuestro mensaje en la Botella sin apenas leerlo, a pesar de haber sido redactado en armonioso inglés shakespeariano y defendido con gallardía ante el Mundo.

 
 
 
Al Buen Gasol se le han remojado las barbas, y a los maravillosos ojos de Mireia, la más bella del monte, se asomó, como ardilla ronda el Parque del Retiro, una fugaz lágrima.  Tuvo que guardar la ropa Nadal, ocupado en batallas tenísticas, y el Príncipe y la Principesa se volvieron, permítaseme la expresión, con el rabo entre las piernas.

No tendrá Madrid sus Juegos Olímpicos; no desfilarán nuestras níveas ondinas de la sincronizada por la Puerta de Alcalá con la falda miralá, ni Usain Bolt se apretará un chocolate con churros antes de correrse 100 metros, ni los jerifaltes olímpicos podrán disfrutar de las meretrices de Costa Fleming o -en caso de preferir las emociones fuertes- de sus damas de honor de la Calle Montera: han optado por Tokyo y sus gheisas; han preferido el sushi a unos buenos callitos, el sake a la caña tirada como Dios manda, el hongo radiactivo de Fukushima al aire puro y libre de basuras tóxicas de Madrid, el Fujiyama al Puente de Vallecas, la kora al organillo, el comic manga a la Rue del Percebe, el Kabuki a Quevedo...
 




Los ojos del COI se han cerrado ante la certeza de un nuevo milagro español, una nueva vuelta de tuerca a la historia. Dicen que nos dopamos, ellos que se pasan el día empolvándose la nariz y dándole al whisky caro; ellos, con sus miradas cínicas y sus ataques de gota: esa chusma olimpista que no sabe apreciar en lo que vale el esfuerzo de la Villa y Corte por ofrecer al mundo un espectáculo inolvidable. Pero no importa, da igual. Una derrota es siempre una victoria, y ellos tendran sus Juegos pero a nosotros, a ese Madrid de rostros apagados en el metro, hidalguía y prisas, casticismo y mundanal ruido nos queda, hermosa y pura, la Verbena de la Paloma.


sábado, 27 de julio de 2013


ALWAYS LOOK ON THE DARK SIDE OF LIFE

Uno, que tiene pirata

Bucaneros, bucaneros, ha habido muchos. Por un poner, Le Vasseur, que aunque iba por la vida de enviado del Rey de Francia, se lo montaba de bucanerismo en la Isla de la Tortuga, la Île de la Tortue, que decían ellos. Latòti, en criollo haitiano. Los filibusteros, como que eran otra cosa, de hecho se les llamaba en neerlandés vrijbuiter, palabra que les sentaba perfectamente bien a los muy cabrones. Corsario ya tenía más nivel, que hay que recordar a Samuel Bellamy, Sir Henry Morgan, o Bartholomew Roberts: unos machotes.

Pero piratas, piratas, piratas. Pámíquérráfa. Lo cual que yo le llamaba Dragut, por la cosa del respeto y la admiración. Turgut, o Darghouth, había nacido cerca de Bodrum, en la costa Egea de Anatolia. En un antigüísimo siglo XVI. Era el eunuco preferido de Khair ad-Din, «Barbarroja». Algo parecido a Rafa por sus partes, las del eunuco digo. Y solía darles por la zona de la retambufa a los españoles. Cosas del piraterío. Procedía a degollar a sus prisioneros con un alfanje mellado, por más daño hacer, el cabrón. Y luego, desprovistos ya de sus atributos, los ponía a de remar. Hay que joderse.


A mí me pilló a desmano, y atramazaó en el chaguazo, justo en Menorca, Y como en el fondo me acabó teniendo cariño, se empecinó en que escribiera romances. Ahí fue donde yo triunfaba: «Amarrado al duro banco / de una galera turquesca, / ambas manos en el remo / y ambos ojos en la tierra, / yo, un forzado de Dragut, / en la Playa de Marbella, / me quejaba al ronco son / del remo y de la cadena».

Total, que vale. Bucaneros, filibusteros, corsarios, vitalianos, berberiscos… Pero piratas, ande esté el Rafa. Mi Rafa, mi pirata. Que no tiene galera, ni galeón, ni carabela, ni velero, ni catamarán, ni siquiera una chalupa breve. Pero tiene un avión piratilla, que te cagas.


 

viernes, 19 de julio de 2013

MEA PRODUZIONE...

Dos cabalgan juntos

Era mi peli preferida. Cuando aún no había conocido a Donoselbirski, Latviesu, Bam-Lan-Gu, y Enaganidov... Al cine vas, de pequeñito, y luego te metes, te metes, te metes y te vas metiendo y, al final, como acabas siendo un cinéfago, pues vas y renuncias a John Ford, a sus pompas, y a sus obras, y a la Trilogía de la Caballería. Terminas en Pedro Masó, José Luis Sáenz de Heredia o Jaime de Andrade (¿Han visto su película, Raza?): obra maestra.

Pero siempre te quedarán algunas fotografías extrañas, surrealistas. Simbolistas o parnasianas. Maravillosas. Aunque no sepas de quiéncóñes son. Se las paso, a ver si algún bloggernauta atina.

Dos cabalgan juntos, lo cual:



 
¡Anda, que si fuera ésta!



   


viernes, 21 de junio de 2013

RELATOS INVISIBLES


Cuplé de El Jalapeño

El Jalapeño se cagó el día de su alternativa. Aunque tampoco es que sea como para reprochárselo, que casi todos los toreros se rilan en el hotel, horas antes de que empiece el seis hermosos toros, seis, y el si el tiempo no lo impide y la autoridad competente lo permite. Además, que los hados no le eran propicios. Que las Cabrillas altas iban, y la Luna rebajada.

Al Jalapeño nunca le hicieron un cuplé, del estilo de «Al dar un lance, cayó en la arena, se sintió herido, miró hacia mííííí…». Ni siquiera uno mortuorio que, para los toreros de postín, es obligado. Para que las niñas lo canten jugando a la comba: «En Madrid murió Granero, y en Sevilla, Varelito. Y en Talavera la Reina, mató un toro a Joselito». Vicisitudes.

El caso es que la cuadrilla de El Jalapeño tampoco iba más allá de un trasteo marranero. Algo tuvieran que ver en la muerte del maestro. Alfonso Jiménez, «El Pinchauvas», capote atormentado, miedetriz y rojigualda. Lo normal. Antonio Giménez, rehiletero altivo. Nunca se le vio poner un par al violín. Tenía mal oído. Rafael Ximénez, «El Ajillo», picador taciturno. En los carteles se anunciaban los toros, con peso y todo: «Bravucón», negro meano, astifino y corniveleto. Quinientos sesenta kilos. Con «El Ajillo» pasaba lo mismo: Calcetero, abanto. Ciento diez kilos. De Jiménez y Giménez ni hablamos, que a la mínima «tomaban el olivo».
 


En fin, que tal y como iban las cosas aquel día, en Linares, El Jalapeño, en vez de cortarse la coleta, se cortó una oreja y se la brindó al público, que aplaudía como un unánime energúmeno. Y luego, se dejó matar.
Como Manolete. RIP.

domingo, 12 de mayo de 2013

OSPITE SPECIALE… SIGNORE MARIO BENSO


Bestiario Ibérico (Toma... vaya usted a saber)
EL JUNTALETRAS

Juntaletras: dícese de aquel personaje con ínfulas de escritor de enjundia, pero herido de mediocridad, que dedica buena parte de su tiempo a buscar desesperadamente dónde publicar sus escritos, a la vez que se pavonea en los cenáculos como lo que está convencido de ser: un genio de las letras.
 
 
Inmortalizado en nuestra Literatura gracias a retratos tan certeros como el de Larra, pero habitual en nuestra fauna social desde mucho antes, el juntaletras vive básicamente al servicio de un único fin: sí mismo. Su rastro como especie nos lleva al muy variado filum de los vertebrados de cenáculo cultural casposo, departamento universitario y tertulia de mentón prominente. Frecuenta ateneos y otras instituciones de fría solemnidad donde puede sacar pecho y de paso encontrarse con otros de su especie, con mayor o menor talento.


En su vertiente más genuina gusta de aportar un portafolios donde dar cobijo a sus obras maestras, aliñadas con recortes de prensa o fotografías de sus encuentros con grandes personalidades literarias, a las que por supuesto no trata por su apellido, sino por el nombre de pila, como corresponde a un viejo compañero de correrías: Jorge Luis, Joan, Gabo («mi querido Gabo, aquí estamos en Cartagena de Indias un día que pasó a saludarme con ocasión de una de mis conferencias sobre el Siglo de Oro…» ¿O tal vez fue al revés?).

El subfilum más patético de esta briosa especie lo constituye el buscador de tribunas: ése que no duda en publicar donde sea con tal de poder dar salida a ese innegable talento que posee y que, por ceguera manifiesta o inquina personal, nadie quiere reconocer. No dudará en remover Roma con Santiago para encontrar un hueco, por pequeño que sea, donde dar salida a lo suyo. No importa que sea una hoja parroquial, fanzine de barrio o revista monográfica de esas que salen una vez al año y están abarrotadas de anuncios pequeñitos de asadores, interrumpidos de vez en cuando por sesudos artículos sobre el Expresionismo alemán o Cecilia Böhl de Faber. Una vez rendido su editor al acoso inclemente del juntaletras, y habiendo accedido a publicar el infumable pestiño de rigor, nuestro fauno se dedicará a ir de un lado a otro exhibiendo su recorte como un logro comparable a las gestas del guerrero Corocota.


Gusta también el juntaletras de las polémicas y bravatas, en las cuales siempre se conduce con la autoridad de quien se sabe en posesión de la verdad. Sus víctimas favoritas son quienes le ignoran o huyen de él por plasta y ganapán, y por supuesto el peor de sus enemigos: el escritor de talento, el hombre de sabia discreción y poco dado a las sandeces públicas. Para éstos no hay piedad ni redención: no saben hacer la o con un canuto, son todo artificio.

Y así vive este ser de ciclópea autoestima, paciencia sin fin y audacia sin freno. Él, que subirá al Olimpo de los Dioses de la Literatura, donde sin duda le espera un sillón de privilegio junto a los más grandes representantes de las Letras. Y si por culpa de la irritante estulticia humana nadie hace caso a sus logros, siempre queda un buen corte de mangas y despacharnos a todos con esa certera expresión gaditana: «un mojón pa los humanos».

ELUCIDARIO


Tiene unos segundos para...

...descubrir en la siguiente fotografía quién es el afamado autor que recolecta premios con su talento y sus novelas. Y quién es el tolas que le hace preguntas impertinentes...


 
 
¡...Correcto!

miércoles, 17 de abril de 2013

ALWAYS LOOK ON THE DARK SIDE OF DEATH

Joder con Lavoisier

Y dijo Antoine-Laurent de Lavoisier: «Nada se crea ni se destruye, tan sólo se 'transtorna'». Algo así les debió ocurrir a los maratianos franceses cuando le rebanaron el pescuezo en alguna mecánica guillotina. Y él, inocente, siguió parpadeando como si nada. Al día siguiente, Joseph-Louis de Lagrange, un simple matemático, se explayó: «Bastó un instante para cortar esa cabeza, y cien años puede que no sean suficientes para dar otra igual».

viernes, 5 de abril de 2013

RELATOS INVISIBLES

La cabina

Albert Guitiriz siempre tuvo una enfermiza propensión a las cabinas. De todo tipo. Alzadas en el Sacra Santorum de una discoteca. O mínimamente acristaladas en un bar del sinuoso centro chorra de la ciudad. En el lumperío de bares negros, atormentados, mágicos y maravillosos. En algún café iconoclasta. Acaso le ocurrió desde que vendía, jovenzuelo, tickets de minicine. Hasta que acabó pinchando en aquellas noches del Waikiki: Bar Musical. Nos hizo felices. 

Parecía lógico, entonces, que en la pecera del tanatorio —a pesar del silencio enorme— todo el mundo dijera, con una sonrisa cariñosa, lejana y un poco cómplice: «Hay que joderse, qué bien queda Albert aquí».

THE GUEST OF HONOUR BE... JOSÉ MARÍA NIETO


La luz del mundo (Trois fois rien)

(What I tell you three times is true. Lewis Carroll: The Hunting of the Snark)

En casa había un aparato amarillento con un rosetón giratorio de plástico provisto de agujeros en los que se metía el dedo para marcar el número deseado. Cuando se marcaba el nueve o el cero la rueda volvía lentamente a su posición original, quejándose con un balido mecánico. Uno acababa memorizando un montón de números de teléfono sin esfuerzo, a fuerza de repetir la marcación.
Ahora uno debe estudiar qué tarifa de teléfono resulta más apropiada para su perfil de consumidor; si incluye mensajes gratis, o si puede hacer llamadas a menor coste por la mañana, o por la tarde, o los fines de semana; o a los números más frecuentes; o a clientes de la misma compañía; o con tráfico de datos incluido, y si es así debe escoger entre doscientos, quinientos «megas» o un «giga» (quiera decir lo que quiera decir eso); y si debe contar con una tarjeta duplicada para otro dispositivo o no. Y si debe sumar a su tarifa el número de teléfono fijo, la televisión por cable o el móvil de otros miembros de la familia. También debe considerar la política de puntos de las compañías y los compromisos de permanencia para decidir qué tipo de teléfono puede permitirse.


Pero la vida es muy corta.



En casa había un tubo fluorescente en la cocina y dos tipos de bombillas en las habitaciones: las que lucían mucho y las que lucían poco. Uno sabía que existían «las que lucían muchísimo», ¡de cien vatios!, pero se consideraban una excentricidad.
Ahora uno debe estudiar en qué lugares de la casa debe instalar una lámpara halógena de cincuenta vatios con casquillo MR16 (el casquillo Gu10 no precisa del ruidoso y pesado transformador, por cierto) y dónde debe optar por una lámpara de bajo consumo, que tarda en encenderse pero resulta más económica. También debe ir pensando en qué puntos de luz compensa ir incorporando las carísimas lámparas de tipo led, que duran hasta veinte años y apenas consumen electricidad, y elegir el ángulo de emisión de sus espejos dicróicos, puesto que no es lo mismo el efecto envolvente de una luminaria de trescientos sesenta grados que el haz concentrado de una de treinta. Para tomar estas decisiones uno debe tener en cuenta que la led de cinco vatios sustituye a la halógena de cincuenta y a la de bajo consumo de quince.

Pero la vida es muy corta.


En casa había tres tipos de manzanas: roja, golden y reineta. A uno le gustaba la roja, porque a los niños les gustan las cosas brillantes, coloridas y crujientes. Y a los niños les gusta la bruja de Blancanieves.

Ahora no se puede hablar simplemente de manzanas rojas. Además de la tradicional Starky, uno se puede encontrar  la Fuji, más dulce, o la Royal Gala, con un aroma delicado e intenso. Existen muchas otras: la Oregon Spur, la Early Red, la Gloster, la Braeburn, y a uno le encantaría conocerlas todas, pero uno está demasiado ocupado estudiando la tarifa de los teléfonos y la eficiencia energética de las bombillas.

La vida es muy, muy corta.

jueves, 7 de marzo de 2013

ZUSAMMERUFEN STELLAR GEGENWÄRTIG... MARIO BENSO

 Musas

Apremiábame Hoyas para ir retomando este espacio de puro gozo que son mis colaboraciones en el blog, y he de confesar que sí, que aunque en mi vida me he visto en más de un aprieto como éste, reconozco que durante las últimas semanas una especie de atasco mental de naturaleza indescifrable me ha impedido ofrecerle algo no ya digno de publicarse, sino de leerse. Esta misteriosa y prolongada vacancia de inspiración me ha llevado a pensar precisamente si se trata de algo consustancial al caracter algo volátil y caprichoso de ésta, o más bien a un período concreto de intensa actividad que no me ha dejado mucho tiempo libre para pensar. Y bien es sabido que las musas, como buenas pelanduscas que son, gustan de pillarnos un tanto desprevenidos y sin otro menester que no hacer nada, ya que así consiguen llamar más la atención.



Dándole vueltas a estos pensamientos peregrinos llegué a la conclusión –demasiado rápida, tal vez, para ser certera- de que es más que probable que la inspiración juegue caprichosamente con nosotros, abandonándonos a nuestra suerte para luego agarrarnos por el cuello cuando menos lo esperamos y llevarnos al huerto a su voluntad. Chuminadas, me dije, basta con sentarse y ponerse a escribir, afrontar con decisión el famoso vértigo de la hoja en blanco. Todo saldrá por sí solo…

Para acabar de empeorar las cosas, mis compañeros de Último Cero también me recuerdan que ya va siendo hora de mandar algo, y una suerte de pequeño estado angustioso comienza a adueñarse de mí: justo el peor de los escenarios para ponerse a emborronar folios… A última hora decido despreocuparme del asunto y distraer mi mente en otros menesteres, ya que el truco de la hoja en blanco no ofrece resultado alguno: no hay nada que me impulse a escribir ni la más mínima sandez.


Hasta que anoche, a eso de las cinco de la mañana, me despierto entre los vapores brumosos del sueño con un párrafo entero entre los labios resecos, y de repente ese párrafo de estira como un chicle dublemín y empieza a soltar ideas, y hete aquí que en unos minutos aquel artículo estaba ya escrito en el papel imaginario, de modo que a campana herida me incorporo y empiezo a escribir porque a una idea, como a una hermosa dama, no se la puede hacer esperar, y antes del primer bostezo todo estaba terminado. Ignoro el sutil dispositivo que puso todo esto en marcha (se me ocurre que esa misma tarde me había agarrado uno de mis —por fortuna— escasos ataques de mal humor, que tal vez acabó actuando a modo de acelerador de combustión interna), pero es probable que, como sugería Julio Cortázar, debamos resignarnos a que la inspiración acuda a nosotros cuando menos la esperamos, y entonces hay que agarrarse a ella y dejar todo lo que uno esté haciendo para abalanzarse sobre el papel, porque mañana puede ser demasiado tarde.

Dicho esto, amigo Hoyas, para que estas líneas de alguna manera figuren en el haber de los inexcrutables designios del subconsciente. Eso sí, ya podía elegir otra hora, carajo, que a las cinco sólo están despiertos los gatos y algún que otro coordinador de blog que gusta de ocultarse justo cuando el sol empieza a desperezarse…



 

miércoles, 13 de febrero de 2013

TABLADO DE MARIONETAS


Con Franco soñábamos mejor

En aquellos tiempos las algaradas universitarias eran continuas. Y las proclamas, propagadas. Por las paredes, claro. La inmensa mayoría —había también algún artista inalienable, despistado y Art Déco— pertenecía a los numerosísimos grupúsculos que proliferaban, entre clandestinos y libidinosos, voz baja y furtiva, en las peceras de las facultades. De hecho resultaba preciso un manual terminológico para analizar las firmas que protagonizaban, tan orgullosas como apresuradas, las pintadas que cubrían los pasillos entre aula y aula: ORT, PTE, PCE, PCE (i), LCR, MC, CNT… Aquellos eran los tiempos de cuando Franco, cuando soñábamos mejor. Dónde va a dar.
 

Los universitarios eran de clases pudientes y detólavída (éstos no solían ir a clase, no les hacía falta); de la media clase media, con patente para la licenciatura en Derecho (que sí iban a clase, pero mayormente a ligar con las futuras procuradoras); e hijos de productores proletarietas, a los que nos subvencionaba Franco con becas salario (íbamos a clase, pero enseguida votábamos asambleariamente por repoblar El Penicilino), y lo hacía para que le peleáramos un poco la cusca política, filosófica y juvenil, lo que resultaba mucho menos peligroso que la lucha de los compañeros de la automoción y el metal.

Cuando aquel mundo se vino abajo, pensamos que habíamos cumplido una misión imposible y fundamental en la Historia. No nos dimos cuenta de que, simplemente, se había muerto un general que mandaba mucho, y de que lo nuestro había sido otro inútil y presuntuoso silogismo. La verdad es que el hombre fue encantador, don Francisco Franco nos aviaba con cuatro hostias y un expediente por «excesos en el cumplimiento del folclorismo universitario».

 
De aquellos combatientes, fueran de atrezzo y utilería, o fueran de tirachinas y rodamientos, tan sólo quedan parados de más de cincuenta y cinco años que, por lo visto, están de moda y proliferan al ritmo de los estorninos de atardecer. Entonces jamás se cuestionaron para qué servían sus protestas. En estos tiempos, tampoco. Porque, ¿acaso hay algo más inútil que soñar?
>Past simple. Otoño con ansias de invierno. Futuro secuestrado. Ilusión / su consonante / Frustración. «Calles me conducen, calles, / ¿adónde me llevarán?»: Guillén. Estrategias de cupo. L’inconsolée. Franco se ríe conejil. ¿Sueña?

martes, 12 de febrero de 2013

NIÑEMAS

Papapapeles
 
                              
Papel de monigotes
papeles de aprender
papeles de palotes
papeles de envolver
papel de pajaritas
papeles de perfil
papeles para cuentos
papeles con mandil
 
papeles enfadados
escritos al revés
papel enamorado
que sueña un bésame
papeles como labios
papeles de carmín
papeles colorados
de cuento colorín
 
papel de cucurucho
canciones de papel
papeles tan larguchos
jugando a píllame
papel papel y pluma
papeles de plumín
papeles encantados
papeles para tí
 
 

PRÉSENCE ÉTOILE, MARIO BENSO (grossier)


Bestiario Ibérico (el discursista)
 
Dicen las lenguas (buenas y malas) que en este país nuestro cada ciudadano lleva dentro un seleccionador de fútbol. Recientemente, uno de los efectos colaterales producidos por la tan manoseada crisis nos ha permitido descubrir que, además, todo español que se precie alberga en su interior un juez o un Ministro de Finanzas —cuando no todo un Presidente del Gobierno— a modo de Alien ilustrado que se precipita al exterior con la perversa intención de arreglar los males mundanos.

          En realidad, este oprobioso fenómeno de posesión colectiva parece ser mucho más antiguo de lo que pudiera pensarse a primera vista, y probablemente tiene mucho que ver con una de las grandes aficiones del habitante de la Piel de Toro: pronunciar discursos. El Discursismo —permítaseme la expresión— está casi indisolublemente unido a nuestro carácter, corre por nuestras venas como una suerte de leucocito lenguaraz que nos impulsa a abrir la boca y sentar cátedra sobre cualquier cuestión, en especial sobre aquéllas en torno a las cuales carecemos del más mínimo conocimiento. Adora el discursista espacios como los corrillos de las plazas públicas o —preferentemente— el calor mundanal de las tabernas, donde puede pontificarse sobre lo divino y lo humano dando golpes sobre mesa o barra con nuestro vaso de vino.



Aquí lo que hay que hacer es… así comienza habitualmente el discursista su perorata, adornada por todo tipo de argumentos y pseudoideas extraídas a menudo de titulares de prensa, frases cogidas al vuelo procedentes de tertulianos de toda suerte y condición o, simplemente, del cajón imprevisible de lo primero que a uno se le ocurre.

          Escuchando al discursista solucionar los problemas del mundo en pocos minutos se pregunta uno por qué estas personas de tan lúcida perspicacia no son quienes rigen nuestros destinos en vez de tanto político de baratillo. Ellos, que poseen la fórmula mágica de todas las cosas, el Santo Grial que todo lo arregla y cura… Para el discursista, que se cree en posesión de la verdad y no acepta que le lleven la contraria, bastaría con hacerle caso para que todo cambiase por arte de magia, de manera que si las cosas están así de mal es porque nadie hace lo que él piensa que hay que hacer. Claro que él no es de actuar sino de marcar el camino, son los demás los que tienen que atarse los machos. Él suelta su perorata, lanza una  mirada arrogante al tendido como el torero ante un desplante, y pasa a otra cosa. Ya hablaban Cervantes y Quevedo de los arbitrios y los arbitristas (solucionadores), individuos capaces de pergeñar remedios disparatados e imposibles a cualquier cuestión. También se les conocía como “locos razonadores” o “locos repúblicos o de gobierno”, y parece que constituían una fauna tan extensa como los conejos que dieron su nombre a Hispania.


Mucho tiempo después, la tentación arbitrista sigue presente por estos pagos, con la misma persistencia que esos eternos males nacionales que parecen insistir machaconamente en quedarse con nosotros. Pero sospecho que, como sucede con los otros discursos —los que funcionarios estresados escriben de forma rutinaria cada día para los Padres de la Patria-— toda esta palabrería vana e insensata se disuelve en el aire y no sirve para nada, como el humo que se desprende de nuestra particular hoguera de las vanidades.

viernes, 1 de febrero de 2013

TABLADO DE MARIONETAS


Jitanjáforas

España lleva siendo unos años, poco a poco, pero con contumacia, una jitanjáfora. Ya me imagino que no sabe usted, desocupado lector, lo que es una jitanjáfora. No se preocupe, mismamente se lo explico yo. Una cosa de ésas es un lenguaje —o, en este caso, un país— inventado, absurdo, intercadente, que carece de significado en sí mismo y, por ello, no acaba de comprenderse. Un país en el que, tras años de estomacabundia, se acabó la diversión. Y nadie se había atrevido a mandar a parar. Triste y lamentable cachondeo final tras los tiempos de vino, rosas y hágase. Un país como una «Filiflama alabe cundre ala olalúnea alífera alveolea jitanjáfora liris salumba salífera». No lo digo yo, lo dice el poeta cubano Mariano Brull. Y lo refrendan Stéphane Mallarmé o Paul Valéry. Y quién es uno para llevarles la contraria.
 



Porque no puede haber otro país tan machote que sea capaz de ganarle a Alemania en fútbol, en baloncesto, en balonmano… y en paro. Pero, ya puestos a jitanjáforas, se imaginan un sistema al que sólo se le ocurre —cuando baja la facturación—, subir las horas de trabajo y bajar los sueldos a los empleados. Cuando los jóvenes no tienen dónde hacerse gayolas solitarias, amalgamarlos en el Madrid Arena hasta el exterminio. Cuando los abueletes están gagás, facturarles el acenocumarol. Cuando los padres esquivan los quioscos en las tardes de domingo, para evitar que los niños acechen y sueñen golosinas, ponerle más colorines a la tele. Cuando… Está claro: jitanjáforas.

Bueno, en serio, este país es el límite de la jitanjáfora. Cosa que me parece que está bien para obras maestras del nonsense, como Alicia en el País de las Maravillas, de Carroll, con sombrereros locos, conejos que usan chaleco con bolsillo y leontina, o un gato de sonrisa lunática que siempre responde: ¿Depende de a dónde quieras ir?





Pues eso, adónde vamos. No nos quedan dedos para recontar porcentajes de paro («Las medidas darán sus frutos»). No nos quedan dedos para señalar a los corruptos («Que cada palo aguante su vela»). No nos quedan dedos para esconder los sobres B («Esa pregunta es ruin e impertinente»). No nos quedan dedos. Pero nos sobran jitanjáforas.

Aquí, en Región, la jitanjáfora se ha hecho carne y habita entre nosotros. Cómo si no podrían conjugarse de otra manera las dos noticias estrella del diario de anteayer. Sobre el paro: «En caída libre». Acerca de la dependencia: «Castilla y León revalida el sobresaliente». Esta paradoja resulta, sin embargo, evidente, porque los parados son los mayores dependientes de esta sociedad jitanjafórica. Sobresalientes en paro, ergo sobresalientes en dependencia. Pero no se preocupen demasiado, esto tiene alguna solución. Yo, por ejemplo, mañana —si tengo un rato— voy a morirme a la japonesa. Que los viejos tan sólo servimos para repoblar mortajas. Es la única manera, me parece, de dejar de ser parado… Y dependiente.........................................





>Don Ramón del Valle-Inclán reconvirtió la jitanjáfora en esperpento. Y dibujó un país pelele, fantoche, grotesco, pirante y troglodita. Mire Hoyas, en este país de silencio las caras parecen una gran risa de viruelas. Telón.

viernes, 11 de enero de 2013

ALWAYS LOOK ON THE BRIGHT SIDE OF DEATH

Autopsia

Wenceslao Keudell era un forense tan aseado como perfeccionista.

Sólo así se explica que Evaristo de Miguel Betancourt fuera enterrado, a sus ochenta y nueve años, con la fimosis recién estrenada.