BENSO, Mario
Versiones
Una de las experiencias más estimulantes de mi actividad como pinchadiscos aficionado (aficionado a pinchar discos) es el de rastrear la selva interminable de canciones a la búsqueda de buenas versiones. Versiones de clásicos y favoritos que todo el mundo conoce muy bien y que forman parte de la memoria musical de la vida de las personas. Tanto divertimento extraigo de este menester, que más de una vez me han reprochado, aunque siempre de buen talante, que en mis sesiones casi nunca suena el original de una canción, sino una de sus versiones.
Versiones
Una de las experiencias más estimulantes de mi actividad como pinchadiscos aficionado (aficionado a pinchar discos) es el de rastrear la selva interminable de canciones a la búsqueda de buenas versiones. Versiones de clásicos y favoritos que todo el mundo conoce muy bien y que forman parte de la memoria musical de la vida de las personas. Tanto divertimento extraigo de este menester, que más de una vez me han reprochado, aunque siempre de buen talante, que en mis sesiones casi nunca suena el original de una canción, sino una de sus versiones.
En realidad, la circunstancia tiene
fácil explicación: yo provengo de la cultura del jazz, donde lo importante no
es tanto el original como ser original, no lo que toques, sino
cómo lo toques. No importa quién grabó por vez primera un clásico del jazz, en
muchos casos ni siquiera se recuerda. Lo decisivo es quién lo convirtió en algo
suyo, quién se hizo dueño de un tema. Body
And Soul, por ejemplo, pertenece por derecho propio a Coleman Hawkins, que
ni la escribió ni fue el primero en tocarla, pero que en 1939 firmó una versión
tan esplendorosa que, simplemente, hoy es difícil incorporarla a un repertorio
sin tenerla en la mente.
Algo parecido pasó con Round About Midnight, compuesta por Thelonious Monk pero de la que se "apropiaron” Miles Davis y John Coltrane a mediados de los 50. Y así podría mencionar docenas de casos.
HAWKINS, Coleman. Imprescindible |
Algo parecido pasó con Round About Midnight, compuesta por Thelonious Monk pero de la que se "apropiaron” Miles Davis y John Coltrane a mediados de los 50. Y así podría mencionar docenas de casos.
En el mundo del pop/rock, sin embargo,
el original suele tener consideración de canon insuperable. Pueden existir
doscientas versiones de Hey Jude,
pero ninguna superará en aprecio popular al original de los Beatles. Lo mismo
sucede con canciones icónicas como American
Pie, Have You Ever Seen The Rain o Dock
Of The Bay, por mencionar unas cuantas. De hecho, no pocas veces se
identifica versión con falta de creatividad. Cuando un músico o un grupo editan
uno de esos cover albums
(cover=versión, en inglés), suelé acusársele de intentar ocultar un atasco
creativo. Aunque a veces no deje de haber algo de verdad en ello, no estoy de
acuerdo en ese tipo de afirmaciones: una versión puede ser tan interesante como
un original si cumple un requisito que para mí es fundamental: aportarle algo
diferente e, incluso, llegar a reinvertarlo. Nunca me han interesado las
lecturas literales, fieles al modelo, así como esos grupos clónicos cuyo
objetivo es sonar lo más idéntico posible al original. La imitación en el Arte,
como escribía con acierto Stevenson, es muy útil en las fases de aprendizaje
como vía para descubrir logros de los grandes maestros, pero cuando se
convierte en un fin en sí mismo a mí me deja frío.
Un buen ejemplo de cómo se puede tomar
un tema ajeno, darle la vuelta y llevarlo a tu terreno es lo que gentes como
Otis Redding, Aretha Franklin o Ray Charles hicieron en los años 60 con
clásicos de Beatles, Stones o del country. En sus manos (en sus voces), las
melodías originales se retuercen como muñecos de goma, y durante unos intensos
minutos dejan de pertenecer a sus propietarios para habitar un planeta
diferente. Basta con escuchar el Satisfaction
de Otis y el de los Stones para entender todo esto. De alguna manera, una buena
versión es como una especie de acto de insumisión hacia algo que amamos, pero
que nos negamos a venerar como se venera a una estatua. Y os haré confidentes
de algo que tal vez no sospechábais: en realidad, a la gente le encantan…
Aprovecharé de paso para contestar a
una pregunta que el ínclito Hoyas me espeta casi en todas mis sesiones: “Pero,
¿cuándo me vas a poner a la Paquera de Jerez?”. Pues muy sencillo, hombre: cuando
encuentre una versión decente de alguna de sus canciones…
MÉNDEZ JEREZ, Francisca. Lo cual que La Paquera |