miércoles, 3 de octubre de 2012

FAUNAS


Terrazas de verano

Digan lo que digan los historiadores que de este tema tratan, la terraza de verano es un invento notabilísimo. La terraza es el único asentamiento lógico para una increíble y miscelánea fauna de animales, toda vez que los parques ya los han usufructuado los drogatas y los niños con vozarrón. Y en las solanas jubiladas no hay especie que aguante con los calores agosteños.

La terraza es la plaza portátil del verano, un reiterado zoo al aire libre con los más variopintos animales en libertad. La terraza se caracteriza por tener una extensión siempre mayor a la pactada con el Ayuntamiento, una coloración muy definida, y estar celosamente vigilada por diversos exploradores, sin salacot, pero armados hasta los dientes con relucientes bandejas.



En la terraza de verano uno de los animales más entrevistos es la «bañista». Suele caracterizarse por un color tirando a negro chotuno, remarcado por unas líneas blanquecinas sobre los hombros. Aparecen en pequeñas bandadas parlanchinas que producen un sonido cuya onomatopeya sería «sí-móna-estupéNNNdo». Éste es un especimen sin mayores problemas de reproducción ni extinción, y sus hábitos suelen limitarse al espráit, el sévenáp, y el nestí, y acaso algún tropicána de añadidura. Es decir, cualquier marranada que no engorde.

Otro animal muy típico de las terrazas es el «rodríguez».

Ésta es un ave migratoria cuya vida media antes duraba un mes, y ahora, con lo de la crisis, una semana a lo sumo. En cualquier caso, en cuanto unas emigran, otras de la misma familia ocupan inmediatamente sus cazaderos. El «rodríguez» es de color blancolechoso, sobre todo por la parte de los calcetines, que en esta época le desaparecen por completo, y su principal hábito consiste en la contemplación de la especie anterior: la «bañista». Posee, además la rara cualidad de permanecer constantemente en celo, lo que se advierte por el enorme tamaño de sus ojos y sus belfos babeantes. Su grito habitual es «jóquétía», rugido que pasado el verano suele mudar por un más dulce y quejumbroso «sícaríño».

También es habitual en las terrazas el «avecensora», que caza en bandadas con permanente y suelen ser más gordas y viejas que las especies anteriores.


Se alimentan de caféconléchefríaisacarína o descafeinádodemáquinaconyélo, y así sucesivamente. Su ocupación habitual es la vigilancia de las anteriores especies mencionadas cuando intentan aparearse al grito de «fíjatequédesvergüénza». Son las primeras que llegan a la reserva y las últimas que la abandonan.

Por supuesto hay otras muchas más aves en estas doñanas de verano que, por evidentes razones de espacio, no se van a mencionar. Qué le vamos a hacer. Especies tan interesantes como el «estátequiéto», el «quéstásmirándo», el «debuénatínta»... que deberán quedar en un doloroso olvido. En cualquier caso, tomen los prismáticos y observen. Que no voy a hacer yo solo todo el estudio, coñes.